martes, 24 de enero de 2012

A qué muertos dejan tan solos? Tan solos se quedan los muertos?



La luz y aquella rígida forma del cuerpo.

Despertaba el día, y, a su albor primero, con sus mil rüidos despertaba el pueblo. Ante aquel contraste de vida y misterio, de luz y tinieblas, yo pensé un momento: ¡Dios mío, qué solos se quedan los muertos!

LLeváronla al templo y en una capilla dejaron el féretro. Allí rodearon sus pálidos restos. Al dar de las Ánimas el toque postrero, acabó una vieja sus últimos rezos, cruzó la ancha nave, las puertas gimieron, y el santo recinto quedóse desierto. Tan medroso y triste, tan oscuro y yerto todo se encontraba que pensé un momento: ¡Dios mío, qué solos se quedan los muertos!

El luto en las ropas, amigos y deudos cruzaron en fila formando el cortejo. Luego, con un saludo despidióse el duelo para desaparecer en un rato a lo lejos. Perdido, yo pensé un momento: ¡Dios mío, qué solos se quedan los muertos!

En las largas noches del helado invierno, cuando las maderas crujir hace el viento y azota los vidrios el fuerte aguacero cae la lluvia con un son eterno.
¿Vuelve el polvo al polvo? ¿Vuela el alma al cielo? ¿Todo es sin espíritu, podredumbre y cieno? No sé; pero hay algo que explicar no puedo, algo que repugna aunque es fuerza hacerlo, el dejar tan tristes, tan solos los muertos.
Becquer (versión acotada)

YO VIVO AÚN HASTA CUALQUIER DÍA EN QUE MUERO, PERO MIENTRAS VIVA, VIVIRÉ PARA QUE DE TÍ, MAMÁ, NADIE PUEDA VOLVER A PENSAR JAMÁS: "QUÉ SOLOS ESTÁN TODOS LOS MUERTOS"!

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